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martes, junio 06, 2006

La literatura moderna.- Florecimiento, esplendor y perdición.


Si bien algunos autores consideran la aparición de El Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra como el inicio de la literatura moderna –con lo que en lo personal estamos de acuerdo- otras muchos señalan el siglo XVIII como arranque de esta.

Sea cual sea, la literatura moderna enfrenta, durante los siglos XVIII, XIX y XX, su florecimiento, esplendor y perdición.

Del siglo XVIII, podemos considerar que se recuerda como el de consolidación de las letras, amparadas por personajes célebres, pero en el que es poca la gente que sabe leer y poca aún la producción bibliográfica con un sistema de imprenta incipiente.

Del período decimonónico, dice Ramón Buenaventura en Rinconete, del afamado y respetado Centro Virtual Cervantes: En el primer tercio del siglo XIX había ya, en muchas naciones europeas, cientos de miles de personas capaces de leer y escribir. Gente de la burguesía y del comercio, tocados por la enseñanza (aunque no se propusieran el objetivo vital de sublimarse en espíritus bellos y finísimos, situados en el punto más alto de las más elevadas esferas). Gente obligada a trabajar, a sostener una familia, a vivir una vida de rutina cotidiana, pero con tiempo libre y con talento para leer… Ancha y refinada oportunidad: la literatura podía apropiarse, en exclusiva, del oficio de narrar, de entretener a estas personas, de satisfacerles la necesidad de ficción que a todos parece afligirnos por nacimiento. Viene, de modo inevitable, el gran siglo de la narrativa: se escriben las mejores novelas de la historia. (Propiciadas también —no se nos oculte— por la necesidad de interpretación existencial característica de las clases emergentes: la burguesía capitalista ha creado un mundo nuevo, un inquietante mundo de industria en cuyo interior se trastruecan todos los papeles sociales tradicionales, incluido el de la burguesía, convertida en grupo explotador.).

Y se vuelve el libro recurso de aprendizaje, de recreo, de consulta, de solaz y esparcimiento. El rey pues, que triunfa cuando es buena su literatura y da la consabida fama a su autor. Muchos lectores sí, pero no tantos. Pocos autores sí, pero entre los que destacan con cierta facilidad los buenos.

En el Siglo XX, ese inquietante mundo de industria que pinta Buenaventura explota en su máxima expresión, incluyendo la industria editorial, y se vuelve una feroz lucha no entre la calidad de una obra u otra, sino entre la mayor capacidad de aplicar la mercadotecnia, publicidad subliminal incluida. El verdadero valor de la literatura pasa a segundo término y los best sellers no acogen por igual al monstruo literario creado que a la validez de su letra. Los lectores se cuentan ya por millones, pero de igual forma son miles de millones los ejemplares que se exhiben en millones de librerías. Incluso cafés y tiendas departamentales se convierten en vendedores de libros. Pero... si antes podía fácilmente valorarse al buen escritor entre unos cuantos, ahora es imposible hacerlo entre millones. Fuera de los monstruos sagrados -algunos de los cuales sí tienen un prestigio cimentado en su obra- pocos son los escritores que alcanzan alguna fama, sobre todo en vida. Su obra se pierde entre tantas otras, y es el tiempo el que se convierte en juez inefable de esta.

Mas no sólo es eso. Cine y televisión se tornan en los difusores indiscutibles de la literatura, con una agravante más sobre la obra del escritor: el respeto a su letra, su estilo, y muchas veces a su idea misma... es prácticamente nulo. El cine, sobre todo, despedaza incluso las grandes obras, las clásicas, a más de los best sellers. Sus guionistas responden al capricho del productor o la política más que a la inspiración del autor.
Son ahora los refriteros y plagiarios bien vistos y mejor pagados que el propio escritor.

Es así que la literatura moderna, o acaso la literatura en general, esté condenada a desaparecer? No! De una u otra forma, la literatura seguirá formando parte de la cultura universal, y el libro será ahora y siempre su mejor expresión.

Rueda por ahí una pequeña historia futurista: Dos pequeñas, saltando entre los escombros que dejara el holocausto nuclear, buscan entre estos algo que llevar a la boca. Una de ellas ve a lo lejos un objeto brillante que atrae su atención. Es un disco compacto que contiene El Quijote de la Mancha. Lo limpia con cuidado y le guarda en su pecho.
La otra pequeña encuentra un libro entre los escombros de una biblioteca. Es también El Quijote de la Mancha. Le agita, para sacudirle el polvo, y se sienta a leerlo despreocupada... mientras la otra pequeña busca desesperada una PC en dónde leer el Compac Disc!