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miércoles, julio 12, 2006

Historia de un pueblo rabón

Erase que se era un pueblo que un día repudió a los más letrados, vamos, a los que más conocimientos tenían. El populacho alegaba que, conforme la muy digna Constitución decía, tenía todo el derecho del mundo a gobernarse y, de ser así, cualquiera de ellos podía ser lo mismo gobernador que presidente.

Tras las escaramuzas revolucionarias, se dieron cuenta que, al llegar al poder, no tenían otra que llamar a los que sabían. El nuevo presidente era un militarote que no sabía ni siquiera escribir, mucho menos leer, así es que, muy disimuladamente, llamó a un achichintle que sí sabía leer, bueno... más o menos. Pero los conocimientos de este pobre atolondrado –que más le habían servido para salvar la vida en la contienda que para otra maldita la cosa- nada tenían que ver con sumas y restas, y mucho menos todas esas vaciladas del mercadeo, la bolsa de valores y más jaladas que los gringos han impuesto al mundo ayudados por los japoneses.

Así las cosas, reunió a su gabinete y les planteó el problema. El coronel Maravilla, que tenía más de diablo que de viejo, le aconsejó que no fuera a llamar a los grandes pensadores “porque nos quitan el poder”. No, había que llamar a los medianamente preparados, a esos que más que pensar en traiciones agradecerían la oportunidad de su vida.

Aquel pueblo rabón creció –por lógica- en menor medida que el resto del mundo. Todos sus gobernantes eran rateros por necesidad y, si no lo eran, se volvían ante los tapujos que ofrecía un conjunto de leyes preparada para que no se pudiese meter al bote a los delincuentes “de cuello blanco”, como ahora se les conocía, pero sí a cualquier pelagatos de ese populacho rascuache que les extendía la mano pidiendo pan para llevar a la boca de sus hijos.

Hey! Un momento... no quedamos en que era un pueblo rabón que gobernaba el populacho? Bueno... eso era al principio, pero el poder es canijo y el grupúsculo aquel que tomara la presidencia, en cuanto se vistió de catrín y durmió en cama, catrín se volvió... pero un catrín ignorante que, para estar acorde con su estatus, cada vez que se enfrentaba a un problema que no sabía resolver... modificaba la Constitución con una ley que justificara sus tarugadas.

Mientras tanto, los eruditos, los sabios, los pensadores, se volvió un grupito tan pequeño que tomó el nombre del Grupo de los Cien... aunque nada más para sus tertulias bohemias, porque un día se les ocurrió emitir su opinión sobre algo y así les fue. Desde entonces, calladitos se ven más bonitos. Ya ven... hasta cuando la Poniatowska de mis respetos y admiración se le vino a la gracia de opinar sobre política fuera de sus muy leídos libros, le fue como en feria... casi casi se la comen en chile verde.

Pero los gobernantes seguían sin querer pedir consejo a los sabios y... para desgracia del pueblo rabón, fue cayendo su nivel académico, su inventiva, sus exportaciones, a tal grado que llegó el momento que lo único que exportaba eran braceros... pero ya también los gringos estaban hasta el copete de tanto indio pata-rajada que llegaba dizque a trabajar y luego, al poco tiempo, ya quería su casa aparte y exigía derechos como si fuera su tierra.
El populacho se dio cuenta de que los gobernantes, para que sean buenos, trabajen, y puedan sacar la burra de la barranca, deben ser letrados, conocedores pues de la ciencia del hombre, lo mismo para los números que para la sicología o la historia. De qué sirve ser su propio patrón si no tiene ni para comer? Así es que pensaron dejar que los gobernaran de nuevo los que tenían un buen nivel de conocimientos, y votaron por el grandote aquel que había sido jefe de la coca-cola y, pues, sabía mandar... o no?

Pero a los chachulleros no les gustó y le pusieron todas las trabas que pudieron. A pesar de todo, pudo juntar su buen dinerito para el pueblo rabón y alcanzó un ahorro jamás visto en la flaca historia del pueblo, dándose el lujo hasta de pagar una buena parte de las deudas que los otros habían contraído más para su fortuna personal que para servicios del pueblo. Y se vinieron las elecciones...

Ahora, muchos se asombran de que los amarillos alcanzaran prácticamente la mitad de los votos. Ganaron los azules, sí, con la otra mitad, pero... dijo alguien sapiente y veraz... no se han dado cuenta de que los amarillos son los tricolores disfrazados...? y que no alcanzaron la mitad de los votos, sino que perdieron la otra mitad? porque deben recordar que cuando eran tricolores, todos los votos eran para ellos... y ahora los azules –que antes ni pintaban- recibieron esa otra mitad. La verdad es que fueron los azules los que crecieron...

Claro, como siempre lo hacían cuando eran tricolores, refutaron el triunfo de la ciudadanía y le buscan tres pies al gato sabiendo que tiene cuatro. Pero... no lo lograrán... el pueblo rabón ya no es un ignorante –aunque tampoco letrado- y sabe bien que no le conviene seguir siendo estafado por falsos profetas o populistas.

Un pueblo bien, siempre estará formado por hombres de bien. En un pueblo bien los malos salen sobrando y se irán solos poco a poco. Por lo pronto, sus grupos gangsteriles redoblaron las matanzas y los tiroteos como queriendo amedrentar al pueblo, como diciendo que sólo aquellos gobernantes corruptos eran los que los mantenían en cintura... pero no... y hablar de un hombre de bien no es hablar de un riquillo con camisa de cuello duro o bastón puño de oro, no, un hombre de bien puede ser lo mismo en catedrático que un carpintero... es la clase, es la honra, es la decencia lo que hace al hombre de bien...

Al pueblo rabón puede irle mejor, por lo que se ve. Pero falta mucho camino por andar y es la participación de todos sus ciudadanos necesaria. Porque ser ciudadano no es sólo votar un día de elecciones y pasar el resto a sus propios quehaceres, no... es opinar en los foros, es exigir justicia ante la injusticia, es llamar la atención sobre el corrupto, es denunciar el ilícito... es, en pocas palabras, ser un ciudadano responsable.

En fin... que aquel pueblo rabón anda queriendo encontrar su futuro... Dios quiera que lo halle!